miércoles, 27 de febrero de 2013


LA CLAVE DEL ÉXITO 




Como se veía venir, la aparición en la arena política del ambientalista sojero millonario defensor de los pequeños productores rurales, Alfredo Unabomber De Ángelis, no tenía otro objetivo que escupirle el asado a Busti. La meteórica y errática trayectoria lo puso de manifiesto y los jóvenes del FEF, volvieron de sus vacaciones dispuestos a ponerle los puntos vía comunicado.

Según se comenta en los pasillos del agro, la estrategia de Alfredo, es clara. Primero estar con la sociedad rural, luego acercarse tibiamente a los radicales, para más tarde mostrarse en sendas reuniones con operadores del PRO y finalmente autonominarse como candidato del FEF, tal cual lo hizo el líder indiscutido, y de esa manera empardar posturas. “Es que si no el conejo entraba como por un tubo”, reflexionaron en el entorno de De Ángelis.

Poniendo en el tablero un pesado exponente de la oposición al kirchnerismo a jugar en la provincia pretenden obligar a Busti a negociar candidaturas.

No se descarta que los mellis estén haciendo de las suyas y fingiendo ser el mismo, estando en dos lugares distintos al mismo tiempo. “Como cuando éramos gurises”, dijeron ambos al mismo tiempo mientras con la punta de la alpargata hacían rayas en la tierra.

Esto de los candidatos que cual tortuga llevan su casa a cuestas, no es nuevo en el ambiente opositor: Pato Bulrrich, sería uno de los más claros exponentes. Personas que, como el propio Busti y ahora el Unabomber vernáculo, están tan firmes en sus convicciones y valores inamovibles que allí donde estén está su ideología y no reparan en alianzas con dios o el diablo para mantener incólumes sus principios.

lunes, 25 de febrero de 2013

Siempre me mandaban al lento




La educación formal es aquella que nos adapta desde temprana edad a este sistema y esta sociedad, nos normaliza, estandariza. Nos domestica, digamos. La escuela primaria y secundaria es obligatoria, y en mi caso particular la padecí. Mi educación la he construido de alguna manera, separándome de eso que aprendí. A leer me enseñó mi abuela, igual que el gusto por la lectura, era autodidacta ella, aunque no aprendió mucho, sabía bastante. Sólo fue hasta tercer grado y comenzó a trabajar a los 12 años. Recuerdo que mis segundas madres siempre me mandaban al grado b o c, no me acuerdo la nomenclatura, porque ellas le llamaban el lento, así le decíamos todos. Y yo siempre quería estar con mis primeras madres: mi mamá y mi abuela, a ellas yo les parecía una maravilla, las otras siempre me estaban molestando porque no copiaba lo del pizarrón y siempre estaba mirando por la ventana, en silencio. No entendían qué me pasaba y la vivían llamando a mi mamá porque yo era raro. Supongo que por eso me mandaban al lento, ahí íbamos a parar los que éramos lentos de entendederas, al otro, que no le llamaban el rápido, sino el A, iban los rubios, extraña coincidencia, los blancos, con más guita, y más lindos nunca iban al lento, será genético? Naaaa, luego lo entendí, y cuando fui más grande me arrepentí de la alegría que sentí el día que me pasaron del lento al A. Sobre todo porque en el Lento estaban mis amigos, pero en ese momento lo sentí como un logro, mi mamá y mi abuela se pusieron contentas. Pero ahí quedaron mis amigos y mi hermano del alma que es mi primo y se llama Monchi, y Sabattini, que era re parecido a Charly García y se hacía barba de papá noel con plasticota, y Kunzi, y Firinguleyro, con el que comíamos carlitos y estábamos en la casa solos porque la mamá se iba a trabajar toda la tarde y escuchábamos mil veces un disco del que sólo nos gustaba un tema: duerme negrito. Y Maitenón, que era más grande y fumaba.
Claro, nadie quería estar en el lento. Pero cuando fui desaprendiendo me di cuenta que ese era mi lugar, esa es la gente que yo quiero, la que iba al lento, digo, y por eso, a la secundaria la odié, la pasé raspando, porque siempre me escapaba para juntarme con los que seguro en la primaria, fueron al lento...

viernes, 15 de febrero de 2013

AL MAESTRO CON AMOR


Cuando se cocinaba la cosa, digamos a partir de mediados de 1800, es decir cuando los porteños comenzaban a imponer su proyecto político oligarca y europeizante a sangre y fuego, y la heroica resistencia del federalismo provinciano comenzaba a ceder ante la capacidad aniquiladora del tiro a repetición del Winchester y las traiciones de próceres liberales como Urquiza, los porteños comienzan también a pensar en un esquema de dominación más sutil y efectivo: la educación.
Para ese momento existían en Europa dos grandes modelos de educación: el francés por así decirlo, orientado a la formación de profesiones liberales, y el alemán, más del lado de la investigación científica y el desarrollo de la industria. Por supuesto, el general Sarmiento, que jamás peleó en una puta batalla, se inclinó por el refinado modelo francés. No por nada, esa gloriosa frase que, desde luego, no le pertenece, y dejó grabada en alguna piedra que resumimos como “las ideas no se matan”, fue escrita en francés.
La elección del modelo francés, no se basa únicamente en el amor y la admiración que el maestro tenía por las festicholas parisinas, si no, además y principalmente, porque un modelo agroexportador como el que ya se proyectaba para la Argentina y que no terminaban de comprender y aceptar los bárbaros del interior, no requería desarrollo científico e industrial alguno. ¿Para qué? Todo eso lo importábamos con la guita que generaba la sobreexplotación de los pobres en las inmensas estancias que Rocca supo conseguir. Al fin y al cabo no éramos más que una colonia inglesa, en el mejor de los casos. Lo que se necesitaba entonces en la Argentina eran empleados más o menos alfabetizados, que compartieran una misma lengua y entendieran las órdenes que se les daban, che. Más algunos administrativos que hicieran funcionar la burocracia del Estado; más algunos médicos que controlaran las epidemias que desataban los vergonzantes modos de vida de la chusma local e importada; y a otra cosa carrascosa.
Pero había un problema, ese modelo de educación se correspondía con un modelo de país y con una ideología política que había sido resistida por el pueblo, que no había sido mansamente aceptada y rubricada en un prolijo y pacífico contrato social. Y para colmo, esa resistencia no era infundada y bárbara, como se mentó hasta nuestros días, si no que poseía un proyecto claro, un plan de gobierno, una determinada organización económica, una cosmovisión, por así decirlo. La batalla real, esa que cortó cabezas e incendió ranchos, ya estaba ganada. Había que borrar todo rastro de imposición violenta o, de no ser posible, justificarla en la demonización del otro. Necesitábamos una historia de próceres desabridos, casi sin ideas, y sin otro objetivo que conseguir la patria que teníamos a partir de 1880. La historia previa no te la cuentan o te la retacean en la secundaria, y es relatada por docentes formados en este modelo sarmientino, y mayoritariamente, con ideas similares a las del maestro. Ni que hablar de la primaria.
Entonces la historia pedorra, por darle un nombre técnico, va del cabildo de 1810 – esa revolución municipal – a San Martín cruzando los Andes y Belgrano creando la bandera, en el medio, el abismo, y luego la grandeza de la patria creada por rubios que bajaban de barcos venidos de Europa. Si alguno se le daba por preguntar por algún nombre de caudillo que bautiza alguna calle sin importancia, se le decía que se trataba de un gaucho pendenciero, borracho y cuatrero, y listo capristo. Esa es toda nuestra formación, de esa manera nos educan en la primaria y en la secundaria, y para Macri, Busti y los radicales, esta bien que así sea, claro esa historia beneficia justamente a un determinado sector, el de los que vencieron y el de los que posteriormente eligieron andar por la vereda de los vencedores.
Pero hubo un problema, allá por mediados de los cuarenta, el peronismo, el pueblo que para tener identidad necesitaba volver más allá de 1880, porque su historia era la historia de los perdedores, como tal vez lo sea siempre, y bueno ahí estaban los historiadores revisionistas, todos peronchos ellos, entonces hubo que volver a la misma receta: violencia, terror, proscripción, demonizar al otro, borrar todo vestigio de su existencia de la historia. Y después del bombardeo las cosas volvieron más o menos a su lugar. Pero “maldición, las ideas no se matan”, debería haber escrito Sarmiento, la negrada, los crotos, los trabajadores, nunca olvidaron y siempre quisieron ver por esas rendijas que quedan cuando la historia oficial comienza a crujir, su propia historia. Puesto que los libros no hablan de ellos, y si lo hacen lo hacen mal, debería haber algún relato que diera más pistas: el maldito revisionismo histórico, que en la universidad se toca como una aventura nacional, a lo sumo latinoamericana, y por eso bastante deplorable, muy lejana a los criterios de cientificidad de los países centrales, y claro, muy contrario a los objetivos de las clases aún dominantes. Pero con esa persistencia que tiene la mugre, la sangre vuelve a colarse por entre las letras calmas y pulcras de un libro, y nos atormenta con la conciencia de los vencidos, y como somos jóvenes, se nos da por querer todo lo que se nos niega. Porque se nos negó la política, queremos hacer política, porque se nos negó la historia queremos hacer historia, porque se prohibió a Perón queremos a Perón, porque se hizo desaparecer el cuerpo de Evita, la tomamos como bandera. Y claro, como siempre, hoy aparecen los defensores de la república, las instituciones y las normas, para que nada cambie, esos que nunca dudaron en echar mano a los fierros para hacer entrar en razones a ese aluvión zoológico que nunca acepta su derrota.

martes, 5 de febrero de 2013

La nueva oración de la guerra, o cómo leer el mensaje opositor


En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo y de nosotros, tus humildes ciervos

Queremos el progreso individual señor, no compartir nuestras riquezas con ellos, miserables que no han sabido pararse sobre sus pies después de haber sido ultrajados, y ganar honradamente el pan que se les niega desde el comienzo de la historia.
Castígalos a ellos que no supieron ofrecer la otra mejilla y ahora quieren justicia. Oblígalos a bajar la cabeza una vez más, y otra y otra.
Ponlos de rodillas junto a sus familias en el centro mismo de la oscuridad donde los mandamos algún día y no debieron osar volver.
Oblígalos a convivir con sus verdugos, a que los acepten en sus mesas, en sus familias, para que tengan siempre presente que aquí hay quien manda.
Niégales la voz, que otros hablen por ellos, porque sus trémulas voces ofenden nuestros templos y su barrosa piel nubla nuestra claridad que emana de tu luz.
Porque somos tus elegidos, lo fuimos siempre y porque no ahorramos sangre de gaucho para escribirlo en la historia que llega hasta este presente; y porque no ahorramos el oro del que los despojamos para erigir los fastuosos templos en que tus mensajeros habitan.
Lo hicimos para honrarte y pedimos tu bendición para que se la niegues a ellos, que se conformen con lo que les damos y no pidan lo que no les corresponde.
Que acepten mansamente ser objeto de nuestra ira, nuestra lujuria, nuestra avaricia, como fue siempre, para eso los condenamos, que no tengan otra salida más que la que nosotros bondadosamente les proponemos.
Y condena a sus hijos, a la ignorancia, la exclusión y el desprecio, a que se acostumbraron sus padres y sus abuelos, por los siglos de los siglos.
Que ni siquiera imaginen levantar sus renegridas cabezas y acepten su condición. Libranos de las ataduras y danos la libertad para hacer lo que queramos, sin que ningún poder divino o terreno intervenga en su socorro, para eso estamos nosotros y ya veremos lo que les damos.
Y si alguno de ellos osa levantar su testa, mirarnos a los ojos y envidiar nuestra ventura, te rogamos para ellos no la muerte sino la ruinosa vida en esos cementerios para vivos que son nuestras cárceles, nuestros manicomios, nuestros asilos, sus villamiserias.
Sin importar su edad ni género, danos la fuerza para enviarlos hasta el fondo mismo del infierno, donde rogaran la muerte y les será negada, y donde vivan peor que animales y envidien la vida que tienen nuestras amadas mascotas.
Sólo así sabrán entender quien manda y avergonzarse de su pereza, su vagancia y su crimen: el de haber querido ser libres.
Porque somos tus elegidos para gobernar en esta tierra, que es nuestra. Somos tus orgullosos guerreros, manchados de sangre de los infieles. Hoy despojados, mañana nuevamente vencedores. Amén.       

lunes, 4 de febrero de 2013


MODAS DE VERANO: PUTEAR AL FUNCIONARIO KIRCHNERISTA YA HACE FUROR


A las tradicionales y tediosas actividades veraniegas de la elite bien pensante, como jugar al tejo, al beach boley, ponerse el cuatri de sombrero, o atropellar distraídos transeúntes playeros con ostentosas camionetas, ahora se le suma una original e innovadora: putear al funcionario kirchnerista.

Con la fuerza arrolladora del monopolio de medios independientes, Grupo Clarín y me pongo de pie, ya se impone entre grandes y chicos millonarios esta nueva y gratificante actividad que encontró en el marxista Kicillof, y el presunto ultra corrupto K, Amado Boudou, sus primeras víctimas.

No menos republicana y democrática que los insultos en tono de broma de Miguel del Sel hacia Cristina, putear al funcionario kirchnerista, tendría propiedades terapéuticas, se comenta en los pasillos de la ciencia. Es que tanto aburriemitno causan las vacaciones que la puteada tendría un efecto liberador para quienes nunca participaron, se cagan en todos, la juntan con pala, quieren ver a los negros tras las rejas, a Macri presidente, y sin embargo todavía no se sienten a gusto en este país gobernado por los montoneros que gastan la plata de los jubilados y acribillan a cuanto artista financiado por el Estado trate de esgrimir alguna crítica sin fundamento hacia la dictadura K. “Es estresante”, reconoció Victoria Donda mientras le pasaba bronceador a peluda espalda de Binner, en una playa atestada de jóvenes.

Algunos funcionarios ultra K ya estarían levantando campamento en distintas y coquetas playas argentinas, so pretexto de se vino el fresco, se vino, y estarían volviendo a sus oscuros reductos. Suspensión de actos masivos, caminatas al sol y salidas de compras al super, serían los primeros síntomas de esta moda que no tiene techo y que ya amenaza con extenderse a lo largo y ancho del país porteño y alrededores, replicada hasta el cansancio, por el Grupo Clarín, y me pongo de pie.

Grises, anodinos, egoístas, ambiciosos e ignotos propietarios estarían gozando de su minuto de gloria, saboreando las mieles de la fama, sólo con la condición de que puteen con voz fuerte y clara al primer funcionario K que se les cruce por el camino.

Lo lamentable es que, tratándose de una moda, es posible que no dure más que el verano y su impacto en la imagen de Cristina y su efecto en las elecciones legislativas sean nulos,  y parafraseando el estribillo que suelen cantar artistas que se acomodan con cualquier gobierno, las modas pasan, los funcionarios quedan. 

viernes, 1 de febrero de 2013


Otra mañana 

Casi todas las mañanas, cuando llego a mi trabajo, en la vereda de enfrente se da un showcito, que nadie disfruta, que casi nadie ve: siempre una joven, adolescente, a veces una niña, lucha contra alguna fuerza invisible que la quiere ingresar a esa casona antigua donde funciona una sede del COPNAF, el consejo provincial de la niñez adolescencia y familia, extraño nombre para ese lugar que no tiene nada de esas tres cosas. Para ser breve y claro diré que si consideramos a la cárcel el infierno, esto vendría a ser el purgatorio, es la explicación más clara y abarcativa que ningún funcionario le dará. La fachada pintada de vivos colores, con imágenes de dibujitos animados le agrega una cuota más de terror a la escena, me hace recordar algo que leí sobre los nazis. En este caso, en esta mañana, como casi todas las mañanas, se trata de una niña que pisa la adolescencia. Camina nerviosa por la vereda, frente a la puerta, se tironea los pelos, se rasguña la cara, da algunos gritos cuando algunas de las asistentes sociales, imagino, se le acerca, se aferra a los barrotes de las ventanas de los cuales nadie la quiere soltar, como se habrá aferrado a la vida con su familia, a la niñez que le fue arrancada, a la adolescencia que ahora empieza. A la asistente gorda, ahora se le suma una flaca, no ejercen violencia, tratan de convencerla, ella amaga con salir corriendo, pero no lo hace, sólo manifiesta un poco de histeria, desesperación, sabe, nadie la va a defender, después de todo, esas personas están para ayudarla. A veces la vida apesta, da nauseas. Yo transpiro, por el calor, siempre transpiro, en la puerta del lugar donde trabajo, hago como que estoy terminando el pucho para quedarme mirando. Algunos que pasan por el lugar miran de reojo, siguen como si nada. Me imagino que harían si otro fuese el contexto, que haría yo, si fuese el frente de una comisaría, si de nuevo estuviésemos en una dictadura. Pero soy el único que se queda parado mirando. Fantaseo con que la joven le da una trompada a la gorda, le arranca los pelos a la flaca, le rompe la cara a patadas y se va corriendo, descalza. Pero eso nunca sucede, no hay donde ir, siempre la encuentran y de vuelta a la mini cárcel, y si no la encuentran, peor para ella. Esta sociedad se ha vuelto un infierno para las mujeres, pienso, y no por el calor, que ya me hace transpirar a chorros, entonces entro, subo la escalera, prendo el aire acondicionado y salgo al balcón, para seguir viendo. Me siento una vieja chusma, pero no me importa. Son drogados, me dijo una vez una vieja chusma que se detuvo con migo en la vereda para ver el showcito, pero enseguida retomó su camino, yo seguí parado, pensando que lo mejor que podría hacer uno en esos casos, era drogarse. Una vez, una trabajadora social, me contó que a los que están institucionalizados los llevaban en una visita guiada a la cárcel, para que tomen conciencia me dijo, o alguna mierda parecida. Sugestivamente, el tipo que yo creía cambiaría algo de esa institución del siglo dieciocho, se suicidó al poco tiempo de haber sido nombrado para dirigirla. Ahora, desde arriba, desde el balcón, la desesperación parece una danza, la niña camina, las mujeres la siguen, le hablan, lo de siempre. Tal vez espero que algún día a alguna asistente social se le vaya la mano y use la violencia, para entonces cruzar la calle corriendo y darle una patada voladora en plena cara, pero eso nunca sucede. Finalmente la niña siempre ingresa sola por la puerta, custodiada por las asistentes, sin mostrar mucha resistencia, vencida, sin rebeldía, arrastrando los pies con un cansancio que pienso, no debería tener un niño.